Boychoir

“Before you can fly you must fall.
It's the beautiful longing embrace the unknown
That's the mystery of your gift”

Los coros de niños, se remontan a una tradición muy antigua; sus raíces han de buscarse en las capillas de La Alta y La Baja Edad Media; donde interpretaban música, sobre todo en las iglesias, pues hasta el siglo XIX, las mujeres tenían prohibido cantar en estos edificios.
Los actuales coros de niños, continúan ligados a esa tradición de interpretar música sacra.
Un ejemplo de ellos es The American Boychoir School, una escuela internado de música, situada en Hopewell, New Jersey; y es uno de los 2 internados de coro masculino para jóvenes varones en los Estados Unidos; pues el otro es The Saint Thomas Choir, de la ciudad de New York.
The American Boychoir School, atiende a niños en los grados 4° a 8°, que vienen de todo Estados Unidos, así como de muchos países; y está situado en un campamento de verano, en Hopewell, New Jersey, desde septiembre de 2015, y cuenta con 31 chicos.
Los graduados, van a las escuelas secundarias de todo el país, indistintamente sean públicas o privadas.
La escuela, es un miembro plenamente acreditado de La Asociación de New Jersey de Escuelas Independientes, y la Middle States Association; y es una organización sin fines de lucro, organización no sectaria, que da la bienvenida sin discriminación en sus admisiones, a programas de becas o actividades si basarse en la raza, el color, origen nacional, o étnico, sexo, o religión.
The American Boychoir, realiza conciertos en los Estados Unidos, y en las sedes internacionales del país.
En promedio, el coro hace más de 200 apariciones, en 4 o 5 grandes giras anuales.
En su historia, el coro ha actuado con La Filarmónica de New York, La Filarmónica de Berlín, La Orquesta Sinfónica de Boston, The St. Olaf Choir; con el violonchelista Yo-Yo Ma, el trompetista Wynton Marsalis, y varios cantantes de ópera, incluyendo Jessye Norman, Frederica von Stade, y Kathleen Battle.
El coro, también ha tenido apariciones en televisión, como en el programa Today de NBC, y ha ofrecido 16 grabaciones.
En la temporada 2004-2005, el Boychoir realizó una presentación en La 77ª Edición de Los Premios de La Academia, con la cantante pop, Beyoncé Knowles; y con Jessye Norman, en la final femenina del Abierto de Tenis de los Estados Unidos.
El coro, también tuvo giras por todo Estados Unidos y Canadá, una aparición en Boston, y en el Carnegie Hall, en la celebración de la temporada inaugural de James Levine como director musical de La Orquesta Sinfónica de Boston, así como 6 actuaciones con La Orquesta de Filadelfia.
El Boychoir estadounidense, se subdivide en 2 coros:
El Coro de Concierto, y El Coro de Formación.
El primero, actualmente dirigido por Fernando Malvar-Ruiz, realiza eventos regularmente; mientras El Coro de Formación, actualmente dirigido por Fred Meads, se compone de estudiantes de primer año, que reciben capacitación, a fin de avanzar hasta llegar al Coro de Concierto, cuando estén listos.
Los niños que se unen al coro de audición, lo hacen durante su visita a la escuela, o una audición después de las actuaciones de The American Boychoir en sitios de conciertos, o después de los programas escolares.
Un alumno, podrá participar en El Coro de Alumnos Egresados, llevado a cabo por el director musical emérito, James Litton.
En todos los coros, se requieren audiciones para la inscripción.
Así pues, en general, los coros de niños, pueden estar constituidos sólo por voces de soprano y contralto, como Los Niños Cantores de Viena; o por todas las voces, las de soprano y contralto, las cantan niños; y las de tenor y bajo, hombres, como El Coro de Santo Tomás de Leipzig, el Dresdner Kreuzchor, o la Escolanía Salesiana “María Auxiliadora” de Sevilla, ya que al tratarse de niños, con voces limitadas por su edad, es imposible que interpreten las melodías correspondientes a las voces de bajo, barítono o tenor.
Muchos cantantes, continúan en el coro tras el cambio de voz, e interpretan las partes de hombres.
Un gran problema que se presenta actualmente a los coros de niños, es el adelanto del cambio de voz.
Mientras que hasta el siglo XIX, los jóvenes podían cantar como soprano y contralto, aun con 17 años o más, hoy día, el límite se encuentra en los 12 y los 13 años.
Como consecuencia, los niños disponen de menos tiempo para cantar en estos coros, y el fenómeno supone además, la pérdida de jóvenes experimentados, con voces desarrolladas de gran nivel.
“Your clock is ticking kid”
Boychoir es un musical del año 2014, dirigido por François Girard.
Protagonizado por Garrett Wareing, Dustin Hoffman, Kathy Bates, Eddie Izzard, Kevin McHale, Josh Lucas, Debra Winger, River Alexander, Erica Piccininni, Grant Venable, Mackenzie Wareing, Joe West, Jordan Fargo, entre otros.
El guión es de Ben Ripley; en los que 7 años han tenido que pasar, para que el director y guionista franco canadiense, François Girard, volviera a ponerse detrás de las cámaras; algo que realiza con aquí, donde utiliza la música como catalizadora e hilo conductor de una historia sencilla.
Y dirige esta nueva vuelta de tuerca, a la clásica historia del niño marginado con gran talento, que tendrá que enfrentarse a su trágica vida personal, en un entorno poco familiar.
El realizador demuestra, cómo la música puede alimentar el espíritu humano, y permitir una positiva apreciación de nuestra existencia.
Boychoir se rodó en  New York, en Stamford, y New Haven; y Fairfield, Connecticut, y en la Fairfield University.
La trama se centra en Stet (Garrett Wareing), un niño rebelde de Texas, 11 años, que proveniente de un hogar disfuncional y monoparental, cuya madre es adicta a la bebida.
Cuando la mujer muere en un accidente automovilístico, la directora de la escuela, Ms. Steel (Debra Winger), apreciando la buena voz que tiene el niño para el canto, sugiere que sea enviado como alumno interno, en una renombrada y elitista escuela musical:
The American Boychoir School de New Jersey.
Tras algunos inconvenientes, el niño es finalmente admitido en el establecimiento, gracias a su distanciado padre, Gerard (Josh Lucas), que aunque tenga su propia familia, no tiene inconveniente en sufragar el financiamiento de la matricula y alojamiento, pues Stet fue concebido fuera de la unión matrimonial y lo ve como un secreto que debe guardarse.
El ser solitario y rebelde, sumado a tener que convivir con un grupo de extraños, hace que Stet empeore su carácter.
Sin embargo, cuando El Maestro del Coro, Carvelle (Dustin Hoffman) se da cuenta del talento único de Stet, por su espectacular voz de soprano, hará todo lo posible por desafiarlo, para poder sacar lo mejor de su don, a través del poder de la música.
Con esa trama, Boychoir ofrece valiosas reflexiones sobre la familia, la educación, el amor a la música, vencer las adversidades, o la competitividad.
“Giving your voice to the audience is about as spiritual as it gets”
En los últimos años, hay 2 temas recurrentes:
Las historias de maestros, o que suceden en un centro escolar; y las de niños o grupo de personas que cantan; pero siguiendo un esquema formulado:
Chico rebelde en caída libre hacia la delincuencia, o el desastre, endereza su camino gracias al poder reparador de la música, y la influencia de un maestro de esos extraordinarios, que sólo nos puede presentar el cine.
¿Cuántas veces hemos visto esta historia antes?
Muchas, ¿verdad?
Y Boychoir forma parte de ése mismo tipo de película, uno de esos dramas amables, aderezados con simpatía, y algunas notas de buen humor, aunque puede que no sea tan “feel good movie” cómo uno pueda llegar a pensar en primera instancia, ya que aquí, lo que más pesa en la historia, es el valor dramático u emotivo, aunque siempre con el suficiente tacto y elegancia, cómo para que hasta el momento más triste, no amargue al espectador.
La historia, sin entrar en mucho detalle, gira en torno a Stet, un niño problemático de 11 años, al que la vida no se lo ha puesto fácil, por circunstancias sociales, económicas y familiares, verá cómo se le presenta lo que puede ser una gran oportunidad, en el momento más amargo de su vida.
Junto a él, nos embarcaremos en una historia de cambio, superación, y sobre todo, aceptación.
Además de mostrar el problemático ajuste del niño al medio que lo rodea, donde no le resulta fácil hacerse de amigos, por su naturaleza rebelde e irrespetuosa, el nudo principal del relato, descansa en la tensa relación establecida entre él, y el maestro Carvelle, el severo director del coro.
Sin embargo, el educador es lo suficientemente inteligente para reconocer la valiosa voz de su discípulo, y es por eso que constituye un factor clave, para lograr que con el transcurso del tiempo, Stet pueda aumentar su autoestima, llegando a tener más confianza en sí mismo, y finalmente permitir que vuelque su gran aptitud musical como corista, y eventualmente, poder cantar para la escuela en New York.
Se trata pues, de la eterna historia de chico especial, que lucha para sobresalir en un ambiente que le es desconocido, uno en el que encontrará tanto aliados como enemigos.
En este caso, el joven protagonista, es un niño marginado con el talento de convertirse en el mejor corista de la escuela, con lo que se ganará inmediatamente la enemistad de la actual estrella de la clase:
Devon (Joe West), quien está bajo la protección del profesor Drake (Eddie Izzard), hecho que poco ayudará al protagonista.
Por otra parte, Wooly (Kevin McHale), es un joven profesor que dará la cara por Stet, para convencer a Carvelle, de que se encuentran ante “un diamante en bruto”
En medio de esto, el chico también tendrá que enfrentarse a un padre que no quiere saber nada de él.
Lo bueno y lo malo de Boychoir, radica precisamente, en tratarse de una historia hartamente vista en el cine, y es que al repetir dicha fórmula, le permite funcionar en los momentos dramáticos más importantes, pero por otra parte, no consigue sorprender en absoluto, y desde el primer minuto, uno se puede imaginar, cómo terminará la historia.
Pero no deja de ser una fábula cálida y preciosa, de lo que ya conocemos, con suavidad y dulzura para esa hazaña heroica, de quien supera los baches, desgracias y vicisitudes de la vida, en favor de la enseñanza, el progreso, el bienestar de la rectitud, y la gratitud de no despreciar ni malgastar su talento.
Así, el niño rebelde entra en un internado de niños que forman coro infantil, y va escalando posiciones, hasta convertirse en la voz solista del coro.
Tendrá que vérselas con el niño-enemigo y el profesor-rígido pero tendrá la ayuda del profesor-amigo y el amigo-por-circunstancias.
Lo mejor es que nuestro protagonista se olvida de estos 2 personajes que le ayudaron desde el principio, y su despedida más emotiva, sea con el profesor que fue más duro con él desde el inicio.
Aparte del drama impostado que nos venden en la producción, es destacable el trágico don que tiene ese privilegiado grupo de niños.
Es una habilidad que se puede definir como fugaz, pues dura tanto como la misma infancia, y los niños viven siempre en alerta, ante la inevitable entrada a la pubertad que les destroza su don, o les obliga a tirar por otros senderos, por los que quizás no sobresaldrán tanto.
Eso también crea una lucha a contrarreloj, ante el inexorable paso del tiempo, para poder destacar en el don que les son concedidos.
En esta ocasión, el instrumento estrella del largometraje, es la voz misma, la voz de unos jóvenes músicos, que deben aprovechar su don antes de que el tiempo se lo arrebate.
Y aquí, el objeto de deseo, es el don de la voz primeriza, el sonido celestial de quien todavía es mancebo, puro de cuerdas vocales, ese breve periodo, de paso prestado, que te permite alcanzar agudeza suprema, pero a la que te descuides, habrá mudado por el paso de etapa a nivel mayor, temporalidad que tiene la suficiente grandeza de oído y sonido para componer este modesto relato.
Sin embargo, un simple giro argumental en cualquier dirección, podría haber creado alguna tensión o sorpresa...
Se pudo haber explotado este detalle del cambio vocal, o bien alguno que otro detalle de la verdadera “American Boychoir School” que tiene su drama…
Los aspectos más interesantes, son en definitiva su música, algunos destellos en la interpretación de Hoffman, y el atractivo del pequeño Garrett Wareing.
Hoffman, bajo el rol el exigente profesor de música, es con diferencia, el personaje más interesante, y con más fuerza de toda la producción, pues consigue en cada aparición y minuto en pantalla, que éste constantemente aportando, sumando puntos, y que se eleva notablemente ante su presencia.
Dustin Hoffman hace de “padre adoptivo temporal”, tutor a quien impresionar, de quien ganarse su respeto, a modo de mano férrea segura que sirve de guía, “la lidia de fama” pero sin bastón, sin tan alentador y emocionante sermón, y con escasa fuerza y carácter en su personaje, que faltó un poco más de escudriñar…
Más una encubierta joya, Garrett Wareing, cuyo rostro, incluso cuando va de malo maloso, es más angelical que el mejor de los arcángeles, en una unión efectiva de cómoda visión, que busca agradar con esa perspectiva dulzona, entrañable y tierna del cuento de “Cenicienta”, de quien es recogido y rescatado de la mala fortuna, en versión nueva, tampoco tan original como se piensa; pero que en unos años augura un futuro para quinceañeras.
El papel de Gerard, el padre, no se desarrolla lo suficiente, y no termina de convencer, hasta resulta repulsivo en su actuar, a pesar de una sólida interpretación de Josh Lucas; que lejos de aportar algo positivo a la narración, dan la sensación de existir, única y exclusivamente, para dotar al relato de una innecesaria tensión, y motivar giros argumentales cada cierto tiempo, cuando sea requerido.
Boychoir falla también, al intentar aproximarnos o adentrarnos en una estética de internado, mezclado con capillas y grandes naves catedralicias.
¿Qué sucede detrás?
¿Por qué no se explota más la rabia de Stet, o ese punto de acosador escolar que tiene, y que queda reflejado perfectamente al principio, y cambia drásticamente al entrar al internado?
Por último, la banda sonora, como no podía ser de otra forma en una película con estos tintes, es excelente.
La selección escogida, nos permite deleitarnos a cada instante, con piezas de compositores de la talla de:
Thomas Tallis, Gabriel Fauré, o Félix Mendelssohn, con unas interpretaciones más que aceptables, para tratarse de un coro infantil de voces blancas, que nos transportan o, al menos lo intentan, a la estética, y la profundidad que sin duda Girard estaba buscando.
“You'll never sing like you did.
That voice, that sound... it wasn't really yours to keep.
You borrowed it for a little while and then it went somewhere else”
Boychoir es pues, un drama sencillo, sobre primeras y segundas oportunidades, con la música como excusa.
Una película que muestra también, el conflicto social entre la clase acomodada a la que pertenecen la mayoría de niños de la escuela de música, y la humilde y desgraciada, a la que nunca parece sonreírle la vida.
Como dato más que curioso, pues se utiliza el nombre, emblemas y signos distintivos del American Boychoir School, en abril de 2002, The New York Times informó de los abusos sexuales que habían tenido lugar allí, décadas anteriores, bajo la dirección del coro, Donald G. Hanson, y el resto del personal.
En documentos de La Corte, American Boychoir School afirmó que no tenía el deber proteger a los niños, bajo su cuidado, de los abusos sexuales, y que los niños que fueron abusados, fueron negligentes al no denunciarlo en su momento.
Uno de los estudiantes, que habían afirmado que fue víctima, había dado su consentimiento en las relaciones sexuales, y dijo que fue negligente, al no reportar el incidente en el momento.
Muchos otros chicos, ahora se han presentado, y dijeron ser víctimas de abusos sexuales, ya sea por los miembros del personal, u otros estudiantes de mayor edad, matriculados en la escuela.
Este abuso se produjo en las décadas de 1970, 1980, e incluso en la década de 1990.
La escuela, ha adoptado hoy, nuevas políticas para proteger a los niños, frente a nuevos abusos sexuales, pero ha pagado más de $ 850.000 a una de las víctimas, para evitar nuevas demandas.
Como resultado, el 5 de enero de 2006, el entonces gobernador de New Jersey, Richard Codey, firmó un proyecto de ley, poniendo fin a la defensa de inmunidad caritativa del American Boychoir School, e hizo de New Jersey, el estado #48 que permite que las víctimas de abuso sexual infantil, demandar a iglesias, escuelas, y otras organizaciones no lucrativas, por las acciones de su personal.
Otro dato interesante, es que el 10 de abril de 2015, la escuela se acogió a la bancarrota, declarando que necesitaba $350,000 para terminar el año escolar, y $3 millones para salir de la bancarrota, y abrir el próximo año académico.
Con todo lo anterior, Boychoir viene a darnos una imagen alegre y preciosista de lo que sucede en los centros educativos, internados para varones, sin sacar a la luz lo que hay bajo las alfombras que soportan los atriles.
 
“And your gift, the mystery of your gift... wake up one morning, and it just isn't there anymore.
Some of you become altos, some of you become baritones, some of you become dentists.
Doctors.
But whatever, there will be other gifts in your lifetime.
And the most important thing is when those gifts appear, nurture them the way you've nurtured this one”



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